miércoles, 6 de mayo de 2009

Se rehabilita a los Galileos del pasado y se condenan a los de hoy


Las fotografías fueron tomadas durante mi reciente viaje de estudio por Cataluña
(Haga clic en las fotos para ver los detalles)

Me paseaba por Sitges. Tenía en mente el critico juicio de un economista francés - Elie Cohen, en “El Nuevo economista” de mediados de abril – sobre la incapacidad de las autoridades públicas a asumir plenamente las exigencias de una economía basada en el conocimiento: a pesar de que los organismos públicos entendieran poner en práctica un nuevo objetivo el Colbertismo y pensaran dibujar el guión para el regreso a nuevas prácticas de corte serian totalmente incapaces, dijo.
Como mucho continúan practicando las viejas prácticas de «fichaje» y de oposición a todos los que podrían tener razón demasiado pronto y sobre todo a los que se hubieran dado prisa en dar a conocer los nuevos y necesarios cambios, esos que obstaculizan los intereses particulares y partisanos. A falta de experiencias y peritajes que validar les parece más tentador utilizar el resto de poder que les queda a las instituciones en decrépito y en total pérdida de credibilidad para reunir todos las patrañas, chismes y embustes disponibles sobre todos los que verdaderamente intentan crear nuevos modelos.

Dos artículos de El País el 25 de abril de 2009 - dedicados a temas aparentemente bien diferentes procedentes de personas que no son menos disímiles - evocan el contexto de esas prácticas crepusculares.

Una de ellas procede de un profesor jesuita, hoy en Japón, Juan Masía, después de haber querido demostrar a diversos sujetos portadores de “posicionamientos tendenciosos” que el conocimiento científico no se opone a la fe, ha aprendido pagando de su persona el gran peligro que supone tratar de reconciliar y unir sus conocimientos con los de otros que piensan continuar difundiendo viejos esquemas para ver crecer su propios intereses y sobre todo porque estos son su única razón de existir.

Para demostrar, él también, que el juego de las normas sociales empieza a cambiar, Juan Carlos Rodríguez Ibarra (ex Presidente de la Junta de Extremadura) evoca la "sociedad de la imaginación" que desea con todas sus fuerzas, y se ha visto obligado a mostrar a su propio campo que hay que poner fin a las fantasías e invenciones producidas por “los cortesanos” que hacen tanto daño a los actores especialistas que actúan en este campo. Y algunas de sus formulaciones son especialmente pertinentes en lo que se refiere a los que piensan continuar con los viejos moldes intelectuales únicos y que se enfrentan ferozmente a los que tienen en cuenta las diferencias: ser eficaz ya no es suficiente, dice: “lo importante es ser diferentes, e incluso único".
Lo que estaba mal se convierte en necesidad, la diversidad de la que era necesario huir marginalizando a todos los que – de una manea u otra – la encarnaban es ahora un objetivo que conseguirá ahora reunir a todos: “En definitiva una nueva sociedad donde lo que cuenta fundamentalmente es la formación, la inteligencia, la audacia, el riesgo, la diversidad, la imaginación”. Este es el nuevo campo y los factores que definen el nuevo marco, la nueva sociedad. "

Réhabiliter les Galilée d’autrefois
en condamnant ceux d’aujourd’hui